El pote de nabos

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El pote de nabos

Raros son los escritores que se hayan ocupado de las costumbres de Asturias que no citen a los nabos como alimento importante de sus gentes, sobre todo en aquellas épocas en las que la patata aún no figuraba entre nuestras producciones. Faustino Escandón supone que probablemente los nabos fueron introducidos en Asturias por los godos y visigodos, aclimatándose perfectamente en nuestro suelo.

Tal fue la aceptación que tuvieron que a finales del siglo XVI, Eugenio de Salazar, en carta al licenciado Guideja, llegó a escribir que las mujeres asturianas, especialmente las del occidente, solamente comían:

«... nabos, y hojas de nabos, y poco de manteca, espetadas en ella un ciento de sopas de pan de centeno, cada una tan grande como losas de sepultura».

Y continuaba:

¿Cómo pueden comer tanto nabo, que es ventoso? A lo que ellas me responden: Por eso dio Dios agujeros a la cuba porque no reviente».

Para terminar finalmente:

Y en comenzando a hervir las ollas del mal cocinado de sus estómagos, pasa su respirar de tal manera, que si tuviera cualquiera dellas mil troneras, por todas tronara, y para ninguna faltaran municiones ni balas que soltar».

Cosa nada extraña, acorde también con el refranero:

  • Otro por debajo, tiempo de nabos.

Posiblemente el hoy llamado pote asturiano (antes descrito) sea la consecuencia de un potaje o potaxe antañón elaborado a base de berzas, tocino, morcilla, chorizo y nabos pues, como testimonia el refranero:

  • Coles, nabos y tocino; comida de campesinos.

En la actualidad, el pote de nabos, rescatado por tierras de Sotrondio y de Morcín, se elabora únicamente con nabos y compangu (chorizo, morcilla, tocino, lacón y costilla). Un plato nutritivo y delicioso.