Las empanadas

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Las empanadas

Las empanadas nacieron al arte culinario cuando el hombre se vio en la necesidad de juntar pan y carne (o pescado) en un solo plato; exigencia que se hacía muy patente en el laboreo de las tierras o en el pastoreo de los rebaños; es decir, en aquellos trabajos que suponían una ausencia prolongada del hogar.

La práctica totalidad de los recetarios españoles a partir del siglo XVI ofrecen numerosas fórmulas para elaborar empanadas. Rupert de Nola, por citar un ejemplo, nos habla de las que pueden hacerse con carne, carne y pescado, salmón, trucha, lamprea, sollo, congrio, atún, etc.

¿Cuándo empezó Asturias a elaborar empanadas?

Tampoco existe respuesta a este pregunta; aunque, en realidad, no será grande el error al suponer que el aprendizaje de este plato haya sido consecuencia del intercambio existente entre la asturianía y las gentes castellanas, extremeñas, leonesas, cántabras y gallegas, como exigencia del pastoreo nómada y de las salidas a la siega a otras comarcas y comunidades.

Galicia gozó desde siempre fama de buenas empanadas de casi todo (lamprea, anguila, congrio, berberechos, sardinas, lomo de cerdo, conejo, liebre...). En León, por la zona de El Bierzo, se confecciona la llamada empanada de batallón, que es apetitoso manjar en el que, envueltos en una masa finísima, se unen jamón, chorizo y pimientos del país, casamentado todo con sabrosísimas cebollas.

No es de extrañar, pues, que la comarca suroccidental asturiana haya sido pionera en el aprendizaje de este plato, máxime teniendo en cuenta que por estas tierras también era frecuente el cultivo de la escanda y del trigo.

Tineo, por citar solamente un ejemplo representativo, es lugar de buenos trigos, de buenos pastos, de buenos ganados vacunos y porcinos, de buenas aves... Y de esforzadas gentes, como aquel capitán García Fernández de la Plaza que, según cuenta, dio muerte a Barbarroja en la sierra de Tremucén, trayendo consigo la bandera y el alfanje del pirata como muestra de su hazaña. Tineo, casi en límite con Galicia y con León, debió aprender muy pronto el arte de las empanadas, que luego trasvasaría rápidamente a las zonas próximas de influencia.

La empanada, la auténtica empanada, es la que se hace con masa de pan, finísima, que al cocer adquiere la textura de una casi galleta; el relleno irá a voluntad de la guisandera: carne de vacuno o de cerdo, volatería, pescado (bonito, sardina, lamprea, anguila...), según las disponibilidades económicas y las existencias del mercado.

En la actualidad, quizá por el aquel de la finura de paladar, se tiende más a la utilización de una masa de hojaldre, y el relleno se reduce, en la mayoría de los casos, a un guiso de carne o de bonito. La elaboración es prácticamente industrial (hornos, panaderías, confiterías...), con la consiguiente pérdida del carácter artesanal que debiera tener tan socorrido plato.