Costumbres y tradiciones
El Diccionario es sobradamente explícito:
Costumbre:
Conjunto de cualidades o inclinaciones y usos que forman el carácter distintivo de una nación o persona.
Tradición:
Comunicación o transmisión de doctrinas, ritos, costumbres, noticias, hecha de padres a hijos al correr de los tiempos. Doctrina, costumbre, etc. conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.
Si, como decía Maurice Guingand, «estudiar la cocina de un pueblo es, de algún modo, penetrar en la historia de la civilización de ese pueblo», sería imperdonable dejar en el olvido todo ese caudal de costumbrismo que ensambla el hecho cultural con el gastronómico. Más aún, incluso habrá que remontarse hasta vínculos religiosos:
«No hay que desdeñar la creencia que desde que el hombre halló el fuego, creyendo que era una de las más fehacientes manifestaciones de la divinidad, en las agrupaciones humanas (familias, tribus, clanes...) mantenían el fuego con toda veneración en el lugar más digno y reservado de sus rupestres moradas. Sin duda era dicho lugar a la vez altar de sacrificio y lar para cocer los alimentos. Mezcla de hogar doméstico y prácticas religiosas. Se puede decir que la cocina con su fuego agrupa a la humanidad ya desde sus comienzos, y la civilización con todos sus adelantos ha ido perfeccionando esta ligazón».
Cada pueblo, cada valle, cada montaña, cada ermita y hasta cada rincón, incluso tienen en las tierras de Asturias su carga de misterio y de leyenda que, en una gran parte, está recogida y simbolizada —cuando no protagonizada— en una manifestación gastronómica.
La gastronomía asturiana, —en sus diversas y peculiares variantes— con una raigambre netamente popular, trasciende en muchos casos más allá de la mera necesidad de alimentación para transformarse en soporte de historia, de religión y de cultura.