Las materias primas

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Las materias primas

El P. Luis Alfonso de Carvallo, jesuita, natural —según propia confesión— «de este Principado, nacido en Entrambasaguas, arrabal de la villa de Cangas de Tineo, hoy del Narcea», allá por el año 1575, dice así en su monumental obra Antigüedades y Cosas Memorables del Principado de Asturias:

«Hállase finalmente en esta Provincia todo género de pan, pues se coge en ella trigo escanda, que es el mejor del mundo; y por las sierras y cuestas centeno, y abena, y en lo delgado mijo, y panizo, y por donde quiera cebada; y en nuestro tiempos se ha començado la agricultura del maíz, que es el pan ordinario, y común de las Indias, y los produce esta tierra con grandísima pujança; y lo mismo todo género de legumbres, nabos, y hortalizas; pues ¿quién duda que tierra de tanta fertilidad fuese de las primeras que los hombres habitasen?».

Casi 150 años después de que se editara la obra de Carvallo (la edición madrileña trae fecha de 1695), el coronel colungués, nacido en Lastres, Juan Antonio Suárez Victorero Robledo compuso para la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias una memoria descriptiva de su concejo natal. Así se expresa respecto a la huerta asturiana:

«Las huertas producen todo género de hortalizas y legumbres, según el genio y gusto de sus dueños; porque no le son extrañas cuantas semillas vienen de Valencia, Granada y de otras Provincias; antes bien se reproducen y multiplican con mucha más lozanía, adquiriendo toda la sustancia que podrían tener en aquellos países. Las que más comúnmente se cultivan y sirven para legumbres de los labradores, y gente de vulgar jurisdicción, son las Berzas de varias clases, Arbejos o Guisantes, Habas, Cebollas, Ajos, Nabos, y más que todo Patatas».

El sacerdote y párroco de Villaviciosa Bruno Fernández Cepeda, natural de Nava, escribió a finales del siglo XVIII un precioso poema, titulado Riqueza Asturiana, que en opinión del catedrático Xuan Xosé Sánchez Vicente «ye el gran canciu la rexón, el primeru de ellos, comparatible al famosu "Elogio de España», de la Crónica General de Alfonso X, y, ñidiamente, superior a él. Cualquier descrición d'Asturies, cualquier llibru so ella debería entamase con un cachu de esta obra» (es el gran canto de la región, el primero de ellos, comparable al famoso «Elogio de España» de la Crónica General de Alfonso X, y, nítidamente, superior a él).

Esta es la descripción de don Bruno:

«Garbanzos acá non pinten,
quédense como arbeyaca.
Pero tenemos arbeyos
y chichos en cualquier faza.
Hai fréxoles, arxelines,
ñabos, castañes de Francia,
berces, coliflor, repollos,
cenahories, bonadama,
alcachofes, cherevíes,
berenxenes, verdoliaga,
perexil, ayos, cebolles,
fabes de mayu, patata,
panizu, miyu, centenu,
calabazones y faba...
Nin falta el melón tampocu,
el pepín, la calabaza,
y el pimientu cebollón,
y el que como fueu abrasa.
Pala mesa de señores
y para fer ensalada,
hay espárragos, lechugues,
escaroles, bonadama,
perexil del mar, tomates,
espinaques y mostaza.
Diga agora so mercé
si aqueso e cosa de gaita
para que aquesti país
por afamiadu se habia».

Pascual Pastor y López, doctor en Ciencias, médico, catedrático en las universidades de Oviedo y de Valladolid, publicó en Madrid, en 1853, una Memoria Geognóstico-Agrícola sobre la Provincia de Asturias, trabajo que fue premiado por la Real Academia de Ciencias, donde expone:

«De las plantas que más provecho saca el hombre en su cultivo vemos en la zona central (la más favorecida en hermosos valles), que abunda de maíz, patatas, nabos, berzas, manzanas (unas veinte variedades), repollo, coliflor, arvejo (copiosísimo y de escelente calidad en Pajares y Tameza), garbanzos en el concejo de Potes (aunque de poco aprecio), pésimos melones y peores pimientos, fresas esquisitas (dos variedades...). En la serie occidental se cultiva... mucha patata y nabos».

¿Qué demuestra tal profusión de testimonios?

Evidentemente, una enorme riqueza natural, propiciada por una tierra fértil y un clima adecuado. Otra cosa es que por causas ajenas a la propia naturaleza (situaciones de guerra, políticas, sociales y económicas) no se haya sabido o podido aprovechar con eficacia. El propio Jovellanos, tan certeramente crítico para denunciar los males que afectaban a la misma esencia de Asturias y tan presto para diseñar soluciones adecuadas a los mismos, no deja de reconocer que

«Nada de cuanto es necesario para el uso de una vida sencilla y laboriosa deja de labrarse y construirse por estos naturales. Sus lienzos, sus estameñas, sus paños bastos y sayales, sus pieles, sus medias, y todo cuanto sirve para el vestido y calzado, sus muebles, sus vasos, sus instrumentos rústicos, fabriles y piscatorios, y en una palabra, cuanto puede necesitar un pueblo dedicado a la agricultura, a la pesca y a la cría de ganados, todo se fabrica en Asturias, y por lo común, todo se fabrica bien...».

Brevemente tomaremos contacto con los tesoros que la huerta de Asturias pone en nuestras manos, en nuestros fogones y en nuestras mesas.