La higuera

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La higuera

Es la higuera, a quien los botánicos llaman Ficus carica L., árbol cuya antigüedad se remonta casi con seguridad a la era terciaria y, ya sin lugar a dudas, al cuaternario según demuestran las investigaciones realizadas en Montpellier, Toscana y La Alle, por Planthon, Saporta y Gaudin. De este árbol se habla en la Sagrada Escritura (Génesis, Reyes, etc.), en La Odisea, en las obras de Aristóteles, Teofrasto y Dioscórides, así como también tratan de su cultivo los latinos Catón, Varrón, Columela y Plinio.

Parece ser que el cultivo de la higuera tuvo sus inicios en Siria para extenderse después a China y la India, si bien, tal como están hoy las cosas, esta actividad se centra fundamentalmente en Italia, Turquía y España. En Asturias se cultiva desde tiempo inmemorial y sus frutos, los figos, son altamente apreciados.

Todos los escritores antiguos hablan del exquisito sabor de los higos y de su excelente poder nutritivo. Dioscórides los aconseja como muy convenientes en enfermades de la garganta, de la caña del pulmón, de la vejiga y de los riñones; Laguna, por su parte, añade que si son frescos

«relajan el vientre, purgan las arenas de los riñones, dan mantenimiento al cuerpo y engórdanle, aunque engendran carne floja y blandaza; demás desto producen en el vientre muchas ventosidades, que ofenderían harto si no se resolviesen muy presto».

Pedro Araús, en el Semanario Económico correspondiente al 15 de octubre de 1767, describe el poder nutritivo de los higos en este tenor:

«Los higos verdes son de más alimento que las otras frutas, y son de fácil digestión, engendran gruesos humores, despiertan la orina y el vientre, y hacen sudar. Los higos secos son de tanto alimento al cuerpo que pueden suplir la falta de pan, pero dan mucha sed y dañan el estómago; también sirve su cocimiento para ablandar la tos. Si encuentran el cuerpo bien dispuesto crían buena sangre; pero si no, hinchan y crían ventosidades. Si de continuo se comen muchos higos engendran obstrucciones en el hígado».

Muchos consejos, sacados de la medicina popular, usan de la higuera en múltiples aplicaciones:

  • Los higos verdes majados con salitre y algo de harina quitan los callos y verrugas.
  • Las hojas de higuera sirven para limpiar cristales sucios.
  • Si con la leche de las hojas de higuera y una yema de huevo se hace un emplasto y se coloca en los genitales femeninos, purga, limpia la madre y facilita la menstruación.
  • Para tratar la hinchazón o dolores en las mamas se ponen fomentos tibios del cocimiento de higos y cardosanto con miel.
  • La leche de hojas de higuera cuaja la leche de los ganados. También alivia mucho las picaduras de abejas y de avispas.

Dícese asimismo que los higos son afrodisíacos, lo que explica que este término se aplique a la designación de los genitales femeninos. En Asturias subir a la figar del vecín indica posibilidad de adulterio, y es en ese sentido como han de entenderse algunos de nuestros cantares:

«Debaxu d'una figar
púseme a cortexar;
como los figos son dulces
pudiérenme acompañar».

Antón de Marirreguera pone estas palabras en boca de una mujer que va a consultar su dolencia al ensalmador:

«Hay, Pero Suare, allá na mió quintana
una figar muy guapa y muy temprana;
y habiendo otres allí más que la mía,
no la dexa de noche ni de día
un estornín, el cual ye tan porfiado
que todo figo dexa espicotado...».

En Asturias se cultivan dos clases de higueras: unas, que fructifican a mediados del verano (figos de San Xuan, o sanjuaninos) y que poco a poco se están abandonando, y las que fructifican a finales de septiembre, cuando la sanmiguelada (figos miguelinos). Estos son los de sabor más dulce y delicado: «Por San Miguel, los higos son miel».