La vid

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La vid

Cuando Estrabón cuenta que los primitivos astures «tienen poco vino» (vinum parum habent) da a entender que ese poco lo obtenían de otros lugares y tierras fuera del Principado. Parece demostrado que la entrada de la vid en la región se debe a la etapa de dominación romana, aunque su cultivo, entendido ya como actividad agraria importante, debió implantarse en la época altomedieval coincidiendo con la llegada de monjes.

Así opina el profesor Perfecto Rodríguez:

«La invasión musulmana, al provocar la llegada masiva de monjes y nobles a nuestro territorio, producirá el despertar de una economía rural aletargada, así como toda su evolución posterior. Las necesidades alimentarias y litúrgicas de la nueva aristocracia de sangre y de religión, acostumbrada al vino, van a superar las dificultades climáticas y las condiciones naturales adversas de los lugares poco aptos para esa clase de cultivo».

Un breve repaso a la toponimia asturiana, donde abundan los términos Viñes, Entreviñes, Las Viñas, El Viñal, La Viña, etc., dispersos por toda la geografía asturiana, permite suponer que el cultivo de la vid, en tiempos pasados, fue general en toda la región. El paso del tiempo redujo su presencia en aquellos lugares donde las condiciones climáticas y de suelo ofrecían mejores condiciones de trabajo y más garantías de producción: algunos municipios de la zona central (Grado, Candamo, Pravia...) y más de la zona occidental (Cangas del Narcea, Boal, cuenca del Alto Navia...).

Durieu de Maison-Neuve, en su Viaje Botánico por Asturias (Duriaei iter asturicum botanicum, anno 1835 susceptum), refiere que en la zona de Cangas del Narcea «se cultiva la vid en gran escala, cosa no posible, por lo demás, en todo el resto del valle». Y añade:

«Parece que las uvas no siempre llegan a madurar, produciéndose un vino de baja graduación y calidad no muy alta».

Pascual Pastor y López, en 1853, confirma la riqueza de «Cangas de Tineo, que da un vino áspero y agrio», y aconseja que

«el viñedo debería quedar restringido a las posesiones de recreo, porque en Asturias nunca será un ramo de competencia, y ha de tener siempre en justa alarma al aldeano por temor de la pérdida del fruto, bien por frecuente desgracia, ya por la falta de calor para madurar, ya por los frecuentes aguaceros en la época de la floración».

La filoxera, a finales del siglo XIX, provocó la pérdida de un gran número de vides que, aunque sustituidas por plantones resistentes a la plaga, nunca completaron las existentes hasta entonces. Aurelio de Llano, en Bellezas de Asturias, comenta la presencia de viñedos por toda la zona del Navia y del Narcea, sorprendiéndose de que

«las calles de muchos pueblos están emparradas hasta la puerta de la iglesia, lo cual trae a mi memoria el romance del francés que vino a España en busca de dama con quien casar, encontrándose con una que, para aceptarle por marido, le puso varias condiciones, entre ellas esta:
Desde mi casa a la iglesia
ha de plantar una parra,
para cuando vaya a misa
no me dé el sol en la cara».

Las variedades de uva cultivadas en Asturias, más con destino de vinificación que de consumo como fruta, son la albarín negra, carrasquín, mencía, verdejo, albarín blanco, agudiello, garnacha, ricapol, albillo blanco y algo de cabernet; con una producción que oscila entre 800 g y 1,3 kg por cepa. La razón de esta producción tan escasa se debe

«no sólo a los accidentes atmosféricos, sino también al estado y cuidados culturales del viñedo (abonado racional, poda, tratamientos fitosanitarios, etc.), ya que la mayor parte de él se encuentra viejo y semiabandonado».

De seguir así las cosas, el cultivo de la vid en Asturias está abocado a una desaparición total y pronta aunque en los últimos años es evidente el esfuerzo que se realiza en Cangas del Narcea para revertir la situación.