Los membrillos

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Los membrillos

Ya no hay membrillos en Asturias. O, si los hay, quedan pocos. Frases como ésta, escrita en 1741, «es el membrillo una de las frutas más caseras y también de las que están más en uso entre los particulares», son hoy para los asturianos el testimonio de un algo que merece la pena recordar.

Al membrillo, en el Principado, se le llamó marmiellu o maramiellu; y el árbol marmiellal. Se dice que este nombre guarda relación con el color del fruto (amarillo = amariellu), si bien es mucho más correcto derivarlo del término latino melimelum, con el que se designaba, ya en la antigua Roma, al dulce de membrillo edulcorado con miel. Dioscórides ofrece esta fórmula en traducción de Laguna:

«El melomeli, llamado de algunos cydonomeli, se compone de este arte: los membrillos, limpios de su simiente, se meten dentro de tan gran quantidad de miel, que todos queden cubiertos. La cual miel, pasado un año, se torna muy delicada y semejante al mulso. Del resto sirve a las mesmas cosas: a la disentería, a la indisposición del hígado y de riñones y a la dificultad de la orina».

Este fruto es originario de Persia y del mar Caspio, llegando a Europa a través de griegos, romanos y árabes. Una receta árabe, del siglo XI, aconseja este tratamiento para los gases, diarrea y corrupción intestinal:

«Se toma de bebida jarabe de mirobálano émblico y jarabe de membrillo, ambos simples y azucarados. Como alimento, pierna de cordero, arroz y rosquillas sin especias. Esto es lo especialmente indicado. ¡Si Dios quiere, alabado sea!».

Las virtudes medicinales del membrillo son conocidas —y utilizadas— popularmente desde tiempos muy antiguos:

«Las virtudes del membrillo son contra toda ponzoña. Asados en el rescoldo no tienen tanta virtud como crudos. El aceyte de los membrillos es muy medicinal y pondremos aquí el modo de hacerlo, porque puede ser de mucho socorro en los lugares donde no hay boticas. Lo primero, se fríen los membrillos hechos tajadas en el aceyte; este aceyte, untando el estómago y vientre con él, detiene los cursos y vómitos; pero si lo hicieren con aceyte de arrahigán, en tal caso será mucho más restrictivo»

Dos usos tenía el membrillo en Asturias: uno, como fruto aromático para dar buen olor a los armarios donde se guardaba la ropa; otro, para preparar deliciosos dulces y mermeladas, materia prima de los bocadillos para la merienda infantil, o como compañero de quesos picañones (Cabrales o acabraliegaos) que se ofrecían al terminar una andecha, en la garulla de les esfoyaces, o en el descanso y celebración comunitaria de una sestiferia.

El dulce industrial de membrillo se vendía en cajas rectangulares de madera o de hojalata; en este último caso, una vez consumido el producto, la lata se aprovecha como molde para cocer boronas, sustituyendo al viejo método de envolver la masa en hojas de berza, castaño o higuera y cocerla después durante toda la noche en el rescoldo del llar.