La espicha
Braulio Vigón y Apolinar de Rato coinciden en la definición del término: «pequeño espiche o tapón de madera que se pone a las pipas y los toneles en el agujero que se les abre para probar la sidra. Convite que se celebra espichando un tonel o una pipa de sidra. Fiesta bucólica».
Así lo expresa un cantar asturiano:
«Escancia, escancia, tabernera;
y arranca la espicha;
voy pescar la borrachera
desde el tonel a la tripa».
La historia de las espichas es muy sencilla: el propietario de un lagar, fuese éste particular o industrial, antes de corchar la sidra que destinaría a su propio consumo o a la venta, invitaba a amigos y expertos a dar su opinión sobre el producto. Para ello nada mejor que, además del propio placer de la degustación primicia, ofrecer un amplio repertorio de lo que da la casa: huevos cocidos, tortillas, chorizos, jamón, empanadas, queso... Aunque, eso sí, con una condición de máxima exigencia: las mujeres tenían vedada la entrada en el lagar porque si alguna estaba en menstruación su sola presencia bastaba para estropear toda la cosecha.
Pasado el tiempo, lo que nació como labor de cata se convirtió en posibilidad comercial. Los lagareros vieron en las espichas una novedosa fuente de ingresos y decidieron explotarla convenientemente. La propaganda consistía en colocar un ramo de laurel (ramu lloréu) en el lagar donde se espichaba: bastaba ese detalle para confirmar que allí habría sidra abundante, buena comida y ambiente de alegre camaradería (folixa).
Había lagareros que cobraban un tanto a la entrada; otros, a medida que servían las correspondientes jarras (xarres, caciplos, cazadores, pañelles...); y no faltó algún gracioso que estipuló el consumo a tanto la mexada, es decir, el cliente pagaba a medida que precisaba ir al servicio para evacuar aguas menores.
Otra vez Francisco González Prieto pone nota de humor a la vida de Asturias:
«Rompió una'spicha Xuan el Llagareru
y acudieron cuarenta bebedores,
de toda la parroquia los meyores,
a cual más secañosu y folixeru.
Abondo comestible unvió'l tenderu
pa tar allí sorbiendo cuarenta hores;
y apuntaben con tiz les cantimplores
que diben empinando pel gorgueru.
Percudiaron fer agües n'utru cascu
pa fin de trasegalo pe les tripes
y que sirviés quiciás de melecina.
Pero, ¿cómo tarín cuando con ascu
vacinaron un tonel de cinco pipes
mientres llenaren utru co la orina?».
Juan Cueto tiene su opinión muy personal sobre las espichas, las de ayer y las de hoy:
«La espicha es una juerga que como casi todas peltenece al reino de la tradición oral. Sin embargo esta característica no significa que la ceremonia sea la de la confusión. No, qué va. En la espicha todo está codificado: los requisitos primordiales (una buena pipa de sidra en su punto), los secundarios (lacón, tortilla, empanada y chorizos a la sidra), hasta los accesorios (las expresiones, los dichos, el camino del WC, los chistes, el precio...)».